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miércoles, 25 de octubre de 2017

La Velada de Ayer y Hoy vista por Antonio Cruz de los Santos en 1971











¿Cómo era la Velada de La Línea en sus primeros años? Los datos que yo poseo bien poco me dicen, pero... ¡ahí van!

Sabido es la época de  prosperidad  que vivió La Línea en su nacimiento. Había trabajo abundante en el puerto de Gibraltar, se habilitó la Aduana Nacional para legalizar el paso de mercancías que hizo de nuestra aldea una especie de centro de distribución para toda Andalucía. Los huertos y jardines agotaban sus frutos que se vendían a buen precio en el Peñón, igualmente la producción pesquera. El volumen verdaderamente importante de esta prosperidad corría a cargo del trabajo honrado, de jornadas agotadoras en las tareas del puerto, y no en el contrabando como indican los mal informados. Era muy raro
el vecino que no trajese para su hogar un salario decente y seguro, muy sudado por cierto, que enseñó -mal enseñó- a los linenses a vivir al día.

Con estas circunstancias por delante no es de extrañar que los linenses tuviesen hambre de diversiones. No todo habría de ser trabajar para vivir.

El flamante Municipio pensó organizar una velada anual capaz de contentar a todos, desde luego sería de carácter religioso. Surgió la migajita de discusión sobre si la mejor festividad sería la del Corpus Christi o la de la Purísima Concepción. Se cotejaron posibilidades, no de orden económico, sino climático y, al final, se impuso el acuerdo de organizar la velada en la festividad del Corpus que de un día pasó a tres y cuatro. Se organizó formalmente un programa con carreras de velocípedos, cogidas de cintas en bicicleta, carreras de caballos en el Polo, corridas de toros, bailes, lanzamiento de globos y fantoches, etc. sin que faltasen ni la Banda de Música del Regimiento de guarnición ni la quema de fuegos artificiales en la plaza de la Iglesia.

Los días de corridas de toros, se organizaba un servicio de vaporcitos desde Algeciras que cubrían el "Elvira" y el "Ayudanta". Desembarcaban los pasajeros en la planchada -todavía no se decía pantalán— de los baños de la playa de San Felipe. Costaba el billete dos pesetas en primera clase y una peseta en segunda. Los botes se pagaban aparte. Salían los barquitos de Algeciras a la 1,45 de la tarde y de La Línea a las 3 de la madrugada. Además se organizaban horarios especiales en los servicios de carruajes entre La Línea, San Roque, Estación de San Roque y Algeciras. Las puertas de la frontera de Gibraltar permanecían abiertas hasta las doce de la noche.

 La Corporación Municipal se dió cuenta pronto que tres o cuatro días eran pocos para una velada que cada año tenía más importancia y era mayor, y en el año 1895 acordó prolongarla hasta ocho días. Ocho días que se nos antojan pocos cuando somos jóvenes y nos hierve la sangre, y demasiado cuando bajo el peso de los años, nuestro cuerpo cansado se inclina como buscando un lugar de reposo en la tierra. ¡Ocho días, Señor!.

Y como suele ocurrir con esta clase de fiestas, dejó de tener el carácter de festividad religiosa convirtiéndose en civil al trasladar la fecha de su celebración al primer domingo de julio. Posteriormente se cambió para que coincidiera con la conmemorativa de la creación del primer Ayuntamiento linense independiente del de San Roque: el 20 de julio.

El emplazamiento de la Velada también tuvo sus polémicas y sus cambios. Primeramente se instaló en la Explanada, calle Libertad y Plaza de la Iglesia. Este emplazamiento se mantuvo hasta la del año 1894 porque después de las fiestas se acometieron las obras del Cuartel de Carabineros en la Explanada. La Corporación Municipal trató de que se cambiase el emplazamiento del cuartel pero fracasó y hubo de pensarse en buscar un nuevo lugar para la velada del siguiente año. En consecuencias se eligieron del cuartel "Ballesteros" en lo que con el tiempo habría de ser la avenida de España. La extensión del solar de la velada llegaba hasta la entrada de la calle Méndez Núñez y se extendía por la Banqueta frente al cuartel de Escopeteros, donde se instalaban las buñolerías y barracones por el estilo, circos, etc. En el área del Parque se instalaba el velódromo, algunas casetas, tómbolas y carrouseles. En una de estas barracas y por el precio de diez céntimos se podía contemplar a la maravilla de las maravillas modernas: el fonógrafo de descomunal bocina, el sufrido antidiluviano de los actuales tocadiscos.

Como la Velada no cesaba de crecer se siguió aprovechando parte de la Explanada, la calle Libertad y la Plaza de la Iglesia, sumándose la calle San Pedro -actual Coronel Yagüe— y alrededores. Sin embargo la Corporación se vio obligada a buscar otros lugares más espaciosos donde cupiese holgadamente aquel gigante que cada año daba un formidable estirón. Se trató de comprar los terrenos de la huerta de Garesse y otros colindantes, en la prolongación de la calle Libertad. Incluso en el año 1893, el arquitecto provincial, don Amadeo Rodríguez, presentó al Ayuntamiento las memorias, planos, presupuestos del nuevo lugar designado para Paseo de la Velada. Su ayudante, don Emilio Grimaldi inició el replanteo sobre el terreno y el paseo habría de entregarse terminado antes del 20 de junio de aquel año.

Este nuevo paseo no llegó a cristalizar y la velada siguió instalándose en los arrecifes del cuartel. Entre las notas curiosas de aquellos años cabe destacar la de que don Manuel Lorenzo Gaitán se quedó con la contrata de los trabajos de carpintería de la Velada por el importe de ¡seiscientas pesetas! incluso que por arbitrios municipales sobre los puestos recaudó el Municipio 3.500 pts. Ambas cantidades se consideraron inauditas. Y que el Ayuntamiento puso a disposición del público gratuitamente 200 sillas durante los días de la Velada. También hubo una nota desagradable aquel año de 1893: la muerte del primer alcalde autónomo de la Villa, don Lutgardo López Muñoz en plena Velada. La Corporación acordó no encender las luces de la Caseta municipal aquel día, ni que tocase la Banda del Regimiento como se había anunciado.

Durante los años siguientes se volvía a poner sobre el tapete el problema del Paseo de la Velada, hasta que, ¡por fin!, llegado el del 1904 La Línea inauguró solemnemente el actual paseo en lo que fue Huerto de Pedro Vejer. Y, ¡a descansar, caramba!


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Ahora vamos a descorrer el velo de lo que es la Velada en nuestros días (Estamos hablando de 1971). Empiezo por decir que nos sería muy difícil  encontrar un pueblo tan enamorado de su Velada como La Línea. No exagero si digo que muchos linenses esperan el mes de julio con impaciencia, sueñan con las casetas de los casinos, con los carrouseles, las tómbolas, las corridas de toros, las vistas y teatrillos, el pasear por el real de la velada piropeando a las mocitas  o llevándolas del brazo con aire retrechero; los días que faltan se les antojan larguísimos, buscan con avidez noticias de la Velada; visitan al sastre con más frecuencia de lo debido y están al tanto de cuál es el último grito de la moda; proyectan su vida a una sola finalidad: la Velada. Porque el linense al disfrutar de su fiesta lo hace con el fervor que se realiza un rito sagrado, o como la complacencia  a  la mujer amada, plenamente, sin términos medios, de todo corazón, con todo el entusiasmo.

El panorama de la población en vísperas de la Velada es de una actividad sin descanso. Los vecinos acicalan las casas por dentro y por fuera para bien recibir al pariente o al amigo forast ero que hechizados por la fama de las fiestas acuden como encantados. Los comercios vuelcan en sus escaparates las galas más vistosas.
 




Invaden las calles arteriales puestos de bisutería, de juguetes, de turrones y frutos tropicales, de globos anticipando el ambiente de fiesta. Los niños —y los mayores también— se extasían ante los chillones carteles murales del circo que promete emociones sin fin. Las imprentas trabajan a ritmo forzado lanzando a la calle las mil y una propagandas de los espectáculos. Llegan los soldaditos con el permiso de un mes y el ansia en los ojos de pasarlo en grande junto a la novia y disfrutar con ella de todos los "cachivaches" de la diversión. La gente, de natural hospitalaria, extreman sus atenciones con el visitante. 
Los casinos y sociedades presentan sus programas de bailes, concursos, competiciones deportivas con febril optimismo, y, algunas entidades, por ir más lejos de sus posibilidades económicas se engarzan en deudas que duran hasta la próxima velada. Pero eso qué importa, ¡quién le quita a mayo sus flores! Juventud, alegría, despreocupación, pasarlo bien, es la moneda que circula durante la Velada de La Línea. Es la obra y gracia de un pueblo que ama su fiesta con el fervor de un paladín enamorado, ¡Y qué orgulloso se siente el linense cuando oye de labios de los feriantes que a su Velada la conocen por la "Salvadora". Porque estos comerciantes nómadas en cada lugar se enfrentan con una incógnita que les hace perder o ganar, y vienen a La Línea sobre seguros, a la Velada más rumbosa de España, la de los hombres espléndidos y las mocitas graciosas, la de mayor garbo y tronío, que tiene, como dijo el poeta: "un gran palacio de ensueño claveteado de fuego". 



¿Y la Comisión Municipal de Fiestas qué hace? La Comisión la forman linenses de pura cepa o enamorados de la ciudad. Ellos multiplican sus posibilidades, retuercen el presupuesto para que dé más producto, inventan numerosas formas de esparcir la alegría, para que llegue a todos y todos disfruten.

La Cabalgata del pasado año, gracias al desvelo de la Comisión de Fiestas y la colaboración popular, presentó, nada menos que, 18 carrozas de exquisito gusto, 13 bandas de música y cornetas, 4 grupos del Ejército y Policía, una muchedumbre de participantes activos de las Agrupaciones deportivas, las Murgas chirigoteras de Cádiz, desfiles de coches, troncos a la andaluza, automóviles antiguos y de "hyppis". Gigantes y Cabezudos y figuras grotescas que sumaron más de un centenar. Hubo competiciones deportivas, desfiles de jinetes a la andaluza, exposiciones de pintura y fotografía, corridas de toros, variedades teatrales y un concurso histórico literario..

Este es el signo indicativo: Autoridades, comerciantes, agrupaciones y particulares viven la Velada desde mucho antes de su inauguración, preparándola con gusto, cariño y generosidad.

Asi es La Línea de la Concepción y su Velada: un torbellino de risas en una orgía de luz, una evasión de las preocupaciones cotidianas, una felicidad colectiva concertada por ocho días en un arrebato delirante de gracia y de simpatía, una especie de Ave Fénix, de brillante plumaje, que renace cada año, y vive sólo una semana derramando alegría con su hechicero canto.

                                                                                    Antonio Cruz de los Santos


Artículo publicado en el Extra de Feria del periódico AREA del viernes 16 de julio de 1971 



Documento cedido por
  Ani Trini Ordóñez